Chile y su tesoro sumergido: por qué las algas podrían transformar el desarrollo del país
Por siglos, el océano ha sido parte de la identidad territorial, cultural y económica de Chile. Pero en los últimos años, desde la ciencia, la acuicultura regenerativa y la biotecnología marina, comienza a tomar forma una idea aún más profunda: que los bosques sumergidos podrían ser un motor estratégico para enfrentar la crisis climática, restaurar […]

Chile y su tesoro sumergido: por qué las algas podrían transformar el desarrollo del país
Por siglos, el océano ha sido parte de la identidad territorial, cultural y económica de Chile. Pero en los últimos años, desde la ciencia, la acuicultura regenerativa y la biotecnología marina, comienza a tomar forma una idea aún más profunda: que los bosques sumergidos podrían ser un motor estratégico para enfrentar la crisis climática, restaurar ecosistemas marinos y diversificar la matriz productiva del país. Las algas no son del futuro. Son del presente.
En un país con más de 4.500 kilómetros de costa, la mirada hacia el mar ha sido históricamente extractivista. Pero hoy, una voz experta propone virar el rumbo: hacer del océano una fuente regenerativa de vida, conocimiento y desarrollo sostenible.
“Chile tiene una riqueza algal única. Pero todavía no hemos comprendido el potencial transformador que tienen estos organismos”, afirma Juan Pablo Maldonado, ingeniero en acuicultura y fundador de Mejillón Sustentable, una consultora que desde 2017 impulsa proyectos de innovación en acuicultura sostenible. Maldonado además es parte de la mesa de Algas: Una Nueva Oportunidad para Chile, del Hub de políticas públicas de la Fundación Encuentros del Futuro; instancia en la que más de 100 expertos y expertas en la materia, trabajan en colaboración con representantes del sector privado, público y sociedad civil, en la construcción de una visión común compartida sobre las oportunidades que entrega nuestro mar y su flora para el desarrollo sostenible.
Desde su experiencia trabajando junto a comunidades costeras, organismos públicos y empresas privadas, Maldonado plantea que el 97% de las algas que exporta Chile proviene de extracción silvestre, una práctica que agota los ecosistemas y compromete su viabilidad futura.
“Chile no es un país acuicultor, es un país extractivista del mar. Pero podríamos cambiar eso. Podríamos pasar de depredar a cultivar, de agotar a restaurar. Es una decisión política y cultural”.


Un país de bosques invisibles
Los bosques de algas, particularmente los de huiro, cumplen funciones clave en los ecosistemas marinos: capturan carbono, absorben metales pesados, sirven de refugio y criadero para múltiples especies, y pueden mitigar hasta en un 90% la energía de un tsunami si están bien conservados.
“Las algas son arquitectas del mar”, explica. “Ayudan a controlar el exceso de nutrientes, purifican el agua y tienen una capacidad asombrosa para regenerar la vida donde parecía que ya no había nada. Pero no las vemos, no las conocemos. Y por eso, tampoco las protegemos”.
Una de las propuestas que plantea Maldonado es que cada cultivo de algas en Chile esté asociado a un bosque marino, como modelo de restauración activa.
“No se trata solo de producir más, sino de hacer del cultivo una herramienta para sanar. Ese enfoque regenerativo es lo que puede marcar la diferencia”.
Educación marina: el origen del cambio
Para lograr este cambio, el experto plantea la necesidad de una transformación profunda en la educación.
“Tenemos más de 4.500 kilómetros de costa y ningún ramo escolar que se llame Ciencias del Mar. ¿Cómo vamos a formar ciudadanos conscientes del océano si no lo enseñamos en el colegio?”, se pregunta.
La propuesta es clara: incorporar contenidos marinos desde la educación básica, con experiencias vivenciales. “Así como se hacen giras a la nieve, deberíamos llevar a los niños a bucear, a ver cultivos, a conocer los bosques marinos. Para proteger algo, primero hay que conocerlo. Y para conocerlo, hay que vivirlo”.
Un legado milenario con futuro
Maldonado hace hincapié en la relación ancestral que existe entre los pueblos originarios de Chile y las algas. En Monte Verde, el sitio arqueológico más antiguo del continente, se han encontrado restos de más de 14 especies de algas utilizadas hace más de 14.000 años. “Las algas fueron medicina, alimento y vínculo con el territorio. Y lo siguen siendo en muchas comunidades costeras. Sólo que ahora podemos integrar ese conocimiento ancestral con ciencia y tecnología de frontera”.
En esa línea, el experto plantea que, a la premisa de que las algas no son del futuro, sino del presente, éstas no pueden representar sólo una salida ecológica, sino también una oportunidad económica concreta. “Hoy ya se usan para fortalecer cultivos agrícolas como el arándano, sin necesidad de pesticidas, acortando los ciclos de producción. También como suplemento para ganado, reduciendo las emisiones de metano. Hay estudios que muestran disminuciones de hasta un 80%. Imaginen el impacto que eso tendría en la huella de carbono del país”.
Chile exporta toneladas de algas cada año, pero a precios bajos y sin agregar valor.
“Exportamos fardos, mientras otros países hacen cremas, medicamentos, alimentos funcionales y bioplásticos. Corea, hace 30 años, no figuraba en este mapa. Hoy es una potencia algal. ¿Qué hizo? Lo convirtió en una decisión de Estado”.
Biotecnología, cultura marina y decisión política
El futuro, según este enfoque, no está en competir por volumen, sino en apuntar al valor agregado, a la innovación, a la restauración y a una cultura oceánica arraigada. Para eso se necesita ciencia aplicada, infraestructura tecnológica, alianzas público-privadas, inversión y visión de largo plazo.
“Las algas son un recurso de frontera. Pueden ser cosméticos, biofertilizantes, alimentos del futuro, materiales sostenibles. Pero sobre todo, pueden ser parte de un modelo país que piensa el desarrollo desde la regeneración”, sostiene.
Con su biodiversidad única, sus saberes locales y su red de universidades costeras, Chile tiene todo para liderar una nueva era azul. Pero necesita asumir un rol restaurador. “Las algas no son del futuro: son del presente. Pero si no hacemos nada ahora, van a quedarse solo en el pasado”, concluye.



Conoce más sobre algas y su riqueza azul, en la charla de Carolina Camus: “Macroalgas como fuente de sostenibilidad en el mar” del bloque: Gestionar la Riqueza Azul.